El jugador constituye la pieza fundamental
del fútbol en su entorno de compañeros y adversarios. Para tener una visión
integral de sus funciones y estilo es conveniente abordarlo a través de
motivaciones y actitudes, los roles y el status conseguido. Del conjunto de
esos elementos surgirá un personaje, con una representación concreta y que además
de desempeñar un papel operativo puede llegar a ser idealizado convirtiéndose
en un mito o un mago.
La primera pregunta que uno se hace toca
el aspecto vocacional, que está originado como toda acción en un interjuego de
motivos. En la época actual y como consecuencia del profesionalismo, el jugar
se ha transformado en un oficio rentable que se constituye en términos de
realidad y alimenta las fantasías inconscientes que condicionan el juego.
Tenemos que esclarecer el origen de esta tendencia que es característica del
niño y que cumple múltiples funciones, estructurando distintas actitudes que el
yo utilizará en el transcurso de su vida. Cualquier perturbación en esta
actividad del juego de la infancia acarreará trastornos graves en el
aprendizaje. Sus consecuencias serán inhibiciones e inseguridad en el contexto
del trabajo adulto.
En una situación concreta —un partido de
fútbol, por ejemplo— el sujeto que ha sufrido alteraciones en el nivel del
juego infantil se comportará como integrante de un equipo, trasladando allí su
inseguridad básica, con trastornos en la percepción en el espacio y el tiempo y
con la imposibilidad de asumir adecuadamente el rol designado por la
institución. El individuo perturbará al grupo en su totalidad, resultará un
saboteador inconsciente de la estrategia general. La situación extrema que
puede observarse y que muchas veces precede a un gol en contra, está caracterizada
por el hecho de realizar pases justos, pero dirigidos a sus adversarios, como
si súbitamente la pertenencia a su club se hubiera convertido en una
pertenencia al equipo rival.
El juego no sólo tiene una motivación que
busca el placer por la descarga, sino que es un verdadero campo de aprendizaje,
un ajuste del sistema de comunicación, un entrenamiento para el cambio y el
ámbito ideal para el desarrollo de tres actitudes básicas en todo grupo social:
la pertenencia, la cooperación y la pertinencia.
Por medio de la secuencia motivo,
motivación, actitud, satisface el jugador impulsos sociales característicos de
la cultura a la que pertenece. Uno de ellos es el impulso a la afiliación, una
fuerza vocacional potente enraizada en toda personalidad y que había sido
negado y postergado hasta principios de este siglo. Otro aspecto importante de
la afiliación son los grupos de referencia que desempeñan la función de modelo
y control social. El segundo impulso, el adquisitivo, aparece en el jugador con
su nueva situación profesional, en la que el dinero desempeña un importante
papel. Se deja atrás el período del amateurismo, cuando el impulso adquisitivo
apuntaba hacia el poder, fundamentalmente el prestigio. La acumulación de
bienes materiales se da sólo en algunos jugadores, el ahorro está lejos de ser
la regla entre estos profesionales, que a veces llegan a violar consignas respecto
de su cuerpo con un exceso de alcohol y comidas y una vida familiar y sexual
caótica.
Otro aspecto que el jugador logra satisfacer
por medio de una actuación deportiva exitosa es el afán de poderío. El crack
ejerce una especie de liderazgo asegurándose un grupo a su alrededor que muchas
veces lo juzga y lo controla, pero antes que nada lo estimula.
En el fútbol vemos cómo se produce la
evolución de un operador normal a un operario mágico. El jugador es el mago,
capaz de resolver todas las dificultades en la cancha, y capaz también de
provocar las máximas frustraciones. Como el nivel de aspiración de cada uno de
sus hinchas se proyecta en él, si fracasa, la violencia engendrada por la falla
del ídolo se vuelve contra él; no se admite el error sino que se le adjudica
una actuación de mala fe.
Cuando un equipo entra a la cancha el
espectador ve primero individuos aislados; recién cuando el silbato marca la
iniciación del juego, esos individuos se convierten en sucesión de movimientos
e interacciones, cruzamientos y entrecruzamientos, que son multiformes pero no
caóticos. El observador puede descubrir al equipo porque cada uno de esos once
seres aislados se han convertido en un rol, se han ceñido a una tarea para
configurar un estilo.
Enrique
Pichon Rivière y Ana P. de Quiroga
"Psicología de la vida cotidiana",
"Psicología de la vida cotidiana",
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